lunes, 17 de junio de 2019

Promesas disfrazadas de orgasmos

Dices, dices tantas cosas al mismo tiempo y aun no termino de ordenar las ideas. Cariño, dejemos de hacer promesas cuando ni siquiera somos capaces de quitarle el polvo a los sueños que guardamos bajo la cama, y sigo sin encontrar el rumbo de tus palabras, entonces, las hago mudas mientras desvisto tu torso y me deleito con la vista que tengo frente a mí, soy curiosa, pero mis manos siguen sin respetar los límites de tu piel desnuda, sigues hablando cielo, y yo no te escucho, no entiendo qué pretendes proponer con esa lengua tuya si no son orgasmos. Pero lo olvido, arrastro a un lado los objetivos de tu discurso y lo convierto en movimientos a la par de tus caderas con las mías, la única promesa resultante después de devorarnos la boca y un poco más, o el resultado de haberte escuchado hace un tiempo atrás, cielo… disfracé las promesas no cumplidas en razones para arrancar tu piel y hacerla mía, he cobrado las deudas de tus viejas palabras a cambio de soltar tu pantalón cuando tenga las malditas ganas de que, quizá, seas un poco más mío de lo que soy tuya.

He hecho un trueque con las veces que he pensado que me escuchas, a cambio de oír tus gemidos, y no la falta de sentido cuando haces eso, sí, eso que logras con tus ojos al mirarme y esas largas pestañas que pretenden adornar lo que dices, y, para qué citarte creo, si dices tanto cielo, pero sigues sin hacer nada.

Sigo cambiando los días en que con lágrimas confesé mis penumbras, aquellas sombras que opacaban mi mente, y que aun sabiéndolo, seguiste colocando nubes delante del sol, las cambié, por noches escuchando el leve y sonoro pálpito que se aloja en tu pecho, el único sonido que no me falla, y que si llegase hacerlo, luego fallaría el mío.

Dejé de escuchar cielo, dejé de atender respuestas vacías hacia mis propias palabras, al igual como dejé de hablar. Y me quedé con aquello que no habla, pero si expresa.

¿Cómo escuchas a quien no te escucha a ti? Cómo carajos sigo hablándole de esa herida que duele mientras se divierte tocándola siempre. Disfrazo tus promesas para no llorar cielo, las visto de orgasmos, para olvidar tus palabras y soltar mis gemidos.

domingo, 6 de enero de 2019

El mejor adiós.

Empieza una carta, para un final... Sí, una carta quizá, una confesión, un secreto no contado nunca o puede que te suene familiar.

Un día soleado, donde su mente soñaba tanto con sonreir, era sencillo sentir su nerviosismo al hablar, al ver como sus pupilas se dilataban de emoción, porque sería un estupendo día, pero... Alguien le dijo que no podría. Mejor adiós. 

La noche era tenue, la respiración se agitaba, le pesaba vivir... Esos días donde la vida te cobra deudas que no pediste, y sólo llamaba: un tono, dos, tres... Nadie contesta, nadie está. Mejor adiós. 

Hoy hubo sentimientos encontrados, ella amaba la vida en ese instante como nadie. El aire corría tan pez en el agua, tan sangre en el cuerpo, tan su amor correspondido. No llegó, no miró su cabello suelto que bailaba con su corazón. Mejor adiós.

Miraba su imagen rota en el espejo, pero... ¿Rota por qué? Si se veía bien, o ¿No? Puede que no, ellos dicen que no es suficiente, sus comentarios aturden sus oídos y aturde el amor que se tiene, que se tenía. Mejor adiós. 

Oh, querida mía, querida tú, o yo... Ha llegado el fin, sí: El mejor adiós.

Y es una carta de despedida, o de renuncia. Porque esa vida no la quieres, porque esa vida tuya o mía; no es precisamente vida. 

Vale, no te asustes. Sabemos que es momento de terminar, de culminar. Pero no la vida misma, no a ti, no a vivir. El mejor adiós hoy es dedicado a lo que en algún momento fue tu vida, pero no la correcta, no la que te hacía feliz.

El mejor adiós, para aquellos que dijeron no puedes, para el que nunca llegó por ti, para el que no estuvo, para el que no confiaba tanto en si mismo que quiso reflejar sus debilidades en ti. 

Anda, no necesitas cojer ese espejo para que veas un buen reflejo, ésta ya no es esa vida tóxica, esta es una buena vida, es tu vida. En donde la mejor relación la tienes contigo o conmigo... Vamos, que esa sonrisa será el mejor reflejo en medio de los ojos de los demás, y brillaras tanto que cegaras a aquellos que no saben mirar más allá de sus narices, de sus errores. Sí, porque son suyos. Todos querrán ensuciar el cristal en que se ven cuando te miran, porque ellos te recordaran lo que no es cierto, por opacar la verdad. Aquel que brilla con luz propia no necesita opacar la de nadie más.

El mejor adiós. ¿Quién eres tú? ¿Yo? Sí, somos la mejor versión. Y, no necesitas explicarle a nadie, porque existe el miedo, pero siempre seremos valientes de decirle adiós a las personas que restan, y reiniciar nuestra vida. Y volvamos a decir: Hola, soy yo. Realmente lo soy. 
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